Se habrß notado que el motivo cΘntrico de mis ideas es la restauraci≤n de la vida espiritual de Espa±a; pero falta ahora precisar el concepto, porque estßn las palabras espa±olas tan estropeadas por el mal uso, que nada significan mientras no se las comenta y se las aclara. Cuando yo hablo de restauraci≤n espiritual, no hablo como quien desea redondear un pßrrafo de frases bellas o sonoras; hablo con la buena fe de un maestro de escuela. No voy a proponer la creaci≤n de nuevos centros docentes ni una nueva ley de Instrucci≤n p·blica: todas las leyes son ineficaces mientras no se destruyen las malas prßcticas, y para destruirlas la ley es mucho menos ·til que los esfuerzos individuales; y en cuanto a los centros docentes, tal como hoy existen, aunque se suprimiera la mitad no se perderφa gran cosa. Yo he conocido de cerca mßs de dos mil condiscφpulos, y a excepci≤n de tres o cuatro, ninguno estudiaba mßs que lo preciso para desempe±ar, o mejor dicho, para obtener un empleo retribuido, Nuestros centros docentes son edificados sin alma: dan a lo sumo el saber; pero no infunden el amor al saber, la fuerza inicial que ha de hacer fecundo el estudio cuando la juventud queda libre de tutela.